El espíritu maligno del maíz: cómo una antigua maldición indígena continúa matando a los europeos

El espíritu maligno del maíz: cómo una antigua maldición indígena continúa matando a los europeos

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Cuando los españoles pisaron por primera vez el Nuevo Mundo, se encontraron con poderosas civilizaciones indígenas listas para luchar contra los invasores. Los europeos tenían muchas ventajas: pólvora, acero y... epidemias. Fueron las enfermedades las que se convirtieron en la principal arma de los conquistadores. Los antiguos estados de los mayas, incas y aztecas se derrumbaron, cientos de tribus desaparecieron sin dejar rastro. Pero pronto ocurrió algo inesperado: el “contraataque” alcanzó a los propios europeos. Los regalos traídos desde América todavía se cobran millones de vidas. Y no es sólo el tabaco lo que está en juego aquí: el peligro acecha incluso en un cultivo aparentemente tan inofensivo como el maíz.

El espíritu maligno del maíz: cómo una antigua maldición indígena continúa matando a los europeos

De todos los problemas que trajo a Europa el descubrimiento de América, el tabaco ocupó el primer lugar por la gravedad de sus consecuencias. Fue Colón quien la trajo a España, y desde allí la planta inició su marcha victoriosa por todo el planeta. El propio navegante no era aficionado a fumar, pero su compañero Rodrigo de Jerez regresó de las Indias Occidentales como un fumador apasionado. De hecho, se convirtió en el primer europeo en dar un mal ejemplo que, siglos después, se convirtió en una dependencia global. Hoy en día, millones de personas en todos los rincones del mundo padecen este mal hábito.

El espíritu maligno del maíz: cómo una antigua maldición indígena continúa matando a los europeos

Además del tabaco, a los europeos les esperaba otro “regalo” desagradable del Nuevo Mundo: la sífilis. Mientras que el Viejo Mundo trajo la viruela, la peste, el cólera y la gripe a América, trajo de vuelta una enfermedad venérea que afectó a todos indiscriminadamente, desde los ciudadanos comunes hasta las cabezas coronadas. A primera vista, puede parecer que la sífilis, que se desarrolla lentamente y durante años, no es tan terrible como la fulminante peste o la mortal viruela. Pero esto no es más que una ilusión: basta mirar el problema desde otro ángulo.

La Peste Negra aniquiló a la gente en cuestión de días y los primeros síntomas aparecieron literalmente en cuestión de horas. Con la sífilis, las cosas fueron diferentes. La persona infectada puede no sospechar siquiera que está enferma durante muchos años, mientras continúa infectando a otros, tanto a través de relaciones sexuales como del contacto cotidiano. La primera epidemia de la enfermedad se propagó como un reguero de pólvora y mató a unos cinco millones de europeos. Además, hasta principios del siglo XX, la sífilis siguió siendo una enfermedad incurable: la salvación sólo llegó con el descubrimiento de la penicilina.

Otro "legado" de los indios es el escarabajo de la patata. Fue traído a Europa junto con las patatas por las primeras expediciones. Antes de esto, el insecto apenas había molestado a los habitantes locales del Nuevo Mundo, ya que se alimentaba de plantas silvestres de solanáceas, a las que pocas personas prestaban atención. Pero en Europa todo ha cambiado. Aquí el escarabajo perdió su alimento habitual y pronto dirigió su apetito hacia las patatas, que también eran traídas de sus lugares de origen.

El espíritu maligno del maíz: cómo una antigua maldición indígena continúa matando a los europeos

Las primeras patatas eran notablemente diferentes a las que comemos hoy. Los tubérculos pequeños y acuosos, sobresaturados de almidón, no eran muy apetitosos. Pero años de crianza selectiva han hecho que las patatas sean sabrosas y nutritivas. Regresó a su América natal con muchas variedades cultivadas, y con él llegó el escarabajo de la patata, acostumbrado a la nueva dieta.

Mucha gente conoce los “regalos” procedentes de Estados Unidos, como el tabaco o la sífilis. Pero hay otro flagelo, menos conocido, pero también peligroso. Es una enfermedad llamada pelagra. Su nombre proviene de las palabras españolas “pell” (cuero) y “agra” (acebo). A principios del siglo XVIII, en Cataluña, la gente conoció por primera vez una misteriosa enfermedad. Se la denominó «lepra asturiana» por la región donde la enfermedad era especialmente grave.

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Las personas que contrajeron pelagra comenzaron a desarrollar piel áspera. Se volvió duro, feo y escamoso. Luego el paciente empezó a debilitarse, apareció insomnio y diarrea. Todo terminó en demencia y fallo de órganos vitales. La enfermedad avanzaba lentamente: desde la aparición de los primeros síntomas hasta la muerte podían pasar entre 2 y 3 años. Sólo en el siglo XVIII, más de 100.000 españoles murieron de pelagra.

Más tarde, la “lepra asturiana” comenzó a cobrar vidas en Italia, Francia, Austria-Hungría y el sur y sureste de Estados Unidos. Sólo varios siglos después los científicos notaron un patrón importante. La pelagra afectó exclusivamente a los campesinos, especialmente a los más pobres. Cuando los médicos estudiaron cuidadosamente las dietas de las personas más susceptibles a la enfermedad, descubrieron una característica común: la base de la dieta de estas personas era el maíz. La gente incluso empezó a hablar de una antigua maldición india. Pero la verdad resultó ser mucho más simple y más terrible.

La cuestión se resolvió recién en 1916, cuando el profesor norteamericano Joseph Goldberger demostró que la pelagra no es una infección, sino una deficiencia de vitaminas. Para demostrar su teoría, realizó un audaz experimento. El científico reunió a un grupo de 15 voluntarios y trató de infectarlos con la “lepra asturiana”. Los investigadores agregaron sangre, secreciones nasales y orales y partículas de piel de los pacientes a la comida. Sin embargo, ninguno de los participantes en el experimento desarrolló la enfermedad.

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Los estudios han demostrado que los granos de maíz cocidos casi no contienen niacina (ácido nicotínico o vitamina B3). Este elemento es extremadamente importante para el organismo y su deficiencia constante provoca el desarrollo de pelagra. El maíz se convirtió en el alimento básico de mucha gente pobre porque era barato y fácil de cultivar. Desafortunadamente, el uso prolongado de este producto desencadena procesos irreversibles en el organismo.

Pero surge la pregunta: ¿por qué los indios, que habían comido maíz durante siglos, no sufrieron de deficiencia de vitaminas? Éste es uno de los misterios de las civilizaciones antiguas que los científicos aún no han podido resolver. Está claro que los pueblos indígenas de América tenían el secreto de procesar adecuadamente el maíz, lo que le permitía conservar sus vitaminas.

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Los granos se remojaron en una solución débil de cal viva o ceniza de madera. Luego los lavaron y los secaron. Sólo después de esto fue consumido. De esta manera, el maíz no sólo conserva sus propiedades beneficiosas, sino que también se vuelve más sabroso. Su vida útil también aumentó.

Aunque la naturaleza de la pelagra es conocida por la ciencia, la enfermedad continúa matando. El mayor número de muertes por esta enfermedad se registra en las regiones pobres de Sudamérica y África, donde los habitantes se ven obligados a vivir del maíz y no están informados sobre los peligros. También se sabe que las personas con adicción al alcohol son las más vulnerables a este tipo de deficiencia de vitaminas.

El espíritu maligno del maíz: cómo una antigua maldición indígena continúa matando a los europeos

Así, la historia del maíz y su impacto en la salud humana es un claro ejemplo de cómo los hábitos alimentarios pueden tener consecuencias inesperadas. Las civilizaciones antiguas conocían los secretos del correcto procesamiento de este grano, pero las sociedades modernas no siempre tienen en cuenta este conocimiento. ¿Qué otros métodos de cocción tradicionales cree usted que podrían ayudar a evitar riesgos ocultos para la salud? ¡Comparte tu opinión en los comentarios!

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